Finales del siglo XX la escuela de vitivinicultura es testigo del nacimiento de una gran amistad entre dos estudiantes, Fernando Pettenuzzo y Álvaro Giacobbe. Casi dos décadas después ven plasmado el sueño que una vez tuvieron cursando la profesión que los vinculó, "el que dos enólogos amigos hicieran su propio vino", lo que podría ser un hecho sin precedentes en la vitivinicultura uruguaya. Es ahí que nace la idea de buscar por todo el país viñedos nuevos para cosechar los primeros racimos que produce la planta, ya que consideraban que el vino proveniente de esa uva, de existir una compatibilidad entre la cepa, el clima y el terroir, podría llegar a ser único, de ahí su nombre.